Objetividad. No se
puede ser fiel a uno mismo en una realidad subjetiva. Los principios éticos,
morales e ideológicos deben extraerse de la objetividad.
Honestidad. La
honestidad no es lealtad a principios subjetivos y cambiantes, sino lealtad a
la realidad objetiva, en todo momento.
Moralidad. El ser
humano es un ser de conciencia volitiva y por tanto libre albedrío, por lo que
su supervivencia depende de la toma de decisiones conscientes. El criterio para
juzgar qué decidir en cada momento es la moralidad.
Libertad. El ser
humano, cuya existencia depende de la toma de decisiones, debe ser libre para
perseguir sus propios valores morales, siempre que estos no comprometan la
libertad de los demás.
Derechos. Los
derechos son sanciones morales que permiten a cada individuo perseguir sus
propios valores y tomar decisiones vitales sin interferencias por parte de
otros individuos. Dado que el ser humano no puede sobrevivir sin la moralidad
adecuada, tampoco una sociedad puede mantenerse sana si no reconoce el principio
de los derechos individuales.
Isonomía. Los seres
humanos somos iguales en tanto que somos seres de conciencia volitiva y beneficiarios
de libre albedrío. La igualdad ante la ley debe ser pilar irrenunciable del
sistema político.
Productividad. El ser
humano debe ser productivo para sobrevivir y debe tener derecho a disfrutar de
su producción. Las leyes deben proteger este derecho reconociendo la propiedad
privada e impidiendo cualquier forma de robo y esclavitud.
Libre mercado. Del mismo
modo en que los hombres tienen prohibido robar y privar de su libertad a otros
hombres, la sociedad no puede arrogarse el “derecho” de hacer aquello cuyos
miembros tienen prohibido individualmente. El estado no puede apropiarse de la
producción de sus ciudadanos sin su consentimiento, y tampoco puede poner
trabas a sus relaciones comerciales porque ello sería privarlos de su libertad
de decisión.
Soberanía de la ley. La ley
debe proteger los derechos y libertades de cada individuo. Las normas
constitucionales deben establecer claramente los principios éticos que la
mayoría democrática no puede alterar.